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miércoles, 29 de septiembre de 2010

When fear turns into magic - Capitulo 1 - By Naghiny Ribberth

By Tom

Veía desde el coche en el que viajaba por toda la ciudad, como habían cambiado las cosas desde la última vez que había estado en ella. Desde los diez años por algún motivo que desconocía mi padre había ordenado llevarme a un internado donde estudiaría y sacaría mi carrera. Allí dormía, comía, prácticamente vivía. Era un lugar donde el estudio y el buen comportamiento era la raíz de todo. Si no estudiabas, te sacaban de allí y te mandaban a tu casa y que tu familia viera que hacer contigo, pero si estudiabas y no faltabas el respecto ni fallabas o saltabas las reglas del centro. Acabas sobrado de buenas notas y te llevabas la atención del profesor.

Pero ahora eso era lo de menos. Ese internado no era del todo normal. Se oían ruidos, ha veces cadenas por los pasillos de media noche hasta la madrugada. Y parecía ver ciruelas en los jardines, al lado de la fuente. Que decoraba el precioso patio trasero del internado. Por eso yo estudiaba. Si algo era lo que verdaderamente quería era salir de allí cuanto antes.

Odiaba recordar, cuantas veces vi a un niño saltando en la cama de mi compañero de noche.

Flash back

Entre a mi habitación, por aquella puerta de madera antigua y tallada, madera de roble. El internado tenía años, más bien cerca de dos siglos. Todo el mundo lo veía como un lugar bonito y santo, libre del mal. Pero eso era mentiras. Yo muchas noches no podía dormir. Un escandaloso y suave ruido de cadenas arrastrándose por el pasillo, el cual estaba decorado, con candelabros de bronce y cuadros en blanco y negro, y algún que otro banco para sentarse, y leer o estudiar un rato. A veces simplemente para charlar con los amigos. De día era un bonito pasillo ya que la luz entraba por los bonitos ventanales, pero de noche. El pánico y el miedo abundaban en mi al oír eso por el.

Vi a mi mejor amigo Georg, sentado en su cama, repasando un poco para el examen de Geología que teníamos al siguiente día.

- De nuevo nos cubre la noche, y el miedo volverá ha hacerse presente. – Me dije mirando por la ventana.
- Tom, por favor. Cállate que de recordarlo se me ponen los pelos de punta. – Dijo Georg, subiendo su mirada y mirándome.
- Sabes, si realmente deseo algo… es salir de aquí cuanto antes.
- Te entiendo. Es lo mismo que deseo yo. No aguantare mucho tiempo más aquí. A veces parece que las cosas se pondrán realmente terroríficas por las noches. Y miles de escalofríos me recorren. Los abre visto y oído muchas veces, pero tengo miedo. En esto ya no puedo decir “Yo no el tengo miedo a nada”. Seria decir una estúpida mentira.
- Si. Yo tampoco podría decir eso. Si me encojo debajo de las mantas y me tapo hasta arriba, que parezco una gallina incubando un huevo. – Los dos reímos. – Y yo mismo lo digo. Con cosas de este tipo si que soy un gran “gallina”.

Georg y yo teníamos catorce años. Y saldríamos del internado a los diecisiete. Para ya a los dieciocho, poder llegar a nuestras casas como adultos hechos y derechos. O eso decían las monjas y el profesorado.

En ese momento, una de ellas entro a nuestra habitación.

- ¿Aún despiertos chicos? Mañana tenéis que madrugar. Iros a bañar y luego a dormir. Paso en treinta minutos, y como no estéis dormidos. Os quedareis sin desayuno. – Y se marcho.

Algunas de ellas tenían muy mal genio.

- Mejor me voy ha duchar. – Dijo Georg. – Luego vas tú. – Y se encerró en el baño.

Yo me encamine a su cama y tome el libro de Geología. Me senté en la mía y comencé a darle un pequeño repaso.

Habían pasado alrededor de diez minutos, de que Georg estaba en el baño duchándose. Yo seguía perdido en la lectura. Y entonces comencé a oír la cama de Georg, hacer un ruido. Al principio no le preste atención. Pero empezó a cabrearme.

- Joder Georg. Si ya saliste tampoco tienes que ponerte así de pesado, solo dímelo y ya. – Dije sin dejar de mirar el libro.

Pero nada. El ruido siguió y siguió y mi cabreo empezó a aumentar.

-¡JODER YA BASTA! – Levante la mirada del libro y… me quede helado.

No era Georg ni mucho menos. Mis ganas de que fuera Georg, en ese momento eran grandes.

Era un niño. De quizás un metro cuarenta no mas, y al menos ocho años. Vestía un pantalón corto negro. Con unas medias blancas por las rodillas un poco gruesas, unos zapatos de cuero de cordón. Un jersey azul marino, y una blusa de botones blanca, con el cuello bien puesto sobre el jersey. Tenía el pelo marrón oscuro, peinado hacia un lado. Muy pálido de piel y unas grandes ojeras. Su mirada estaba vacía sin ningún brillo en los ojos. Pero saltaba sobre la cama de mi amigo y se reía sínicamente. Pero aun así, no era del todo vistoso, era borroso, se podía ver a través de el, y tenia al rededor una pequeña capa de luz.

- ¡Ahhhhhhhhh! - Grite como un loco tirando el libro y poniéndome de pe de un salto. El niño me miro, me sonrió y se desvaneció.

Oía por todo mi cuerpo los latidos de mi corazón. Y mi cuerpo temblaba a gran velocidad. A la vez, Georg abrió la puerta del baño, y la monja de antes entro a la habitación sin ni siquiera pedir permiso.

- ¿Qué son esos gritos, Kaulitz? – Me pregunto ella. Georg me miraba con cara de pánico.
- Había un niño saltando sobre la cama ahora mismo. Lo acabo de ver. Llevaba puesto un uniforme de colegio de jersey azul marino. – La monja me miro extrañada.
- Déjense de juegos, y váyase a dormir. – Y salió sin ni siquiera despedirse. Pero si bien extraña.

Días después, descubrí que el niño era un estudiante de 1986, de ocho años de edad, y que su nombre era Jonathan. Lo hallaron muerto en un pozo cercano al instituto. Y que se cayó dentro por alongarse demasiado. Sus manos resbalaron en el musgo de las rocas del pozo, y cayo de cabeza, abriéndose esta.

Fin del Flash

Y por fin, en la entrada de mi casa. Era la primera vez después de diez años que volvía. Mi padre me había insistido en que me comprara un apartamento y viviera allí. Pero yo lo insistí, y al final me dejo regresar a casa… ¿Para qué un departamento teniendo la gran mansión que tenía?

Estacione el auto frente a la entrada y me baje.

Lo primero que hizo, fue mirar toda la hermosa mansión que desde hace tanto tiempo, años no veía. Estaba igual de esplendida. Solo había cambiado el color, ya que cuando yo me fui al internado era azul clarita. Ahora era un color canelo crema. Y el techo gris, en ves de blanco.

Respire el agradable olor del césped recién cortado. Como me gustaba ese olor, y lo extrañaba tanto.

Mire a mí alrededor. Había cambiado tanto desde que yo recordaba. Ahora habían unos arboles, y anteriormente lo único que habían eran unas altas rejas con espigas, para que nadie pasara y perros vigilando.

Esperaba, que no hubieran sacado la piscina. Porque entonces si que me iba ha dar un ataque. Cuando yo me marché era redonda. Ahora, si estaba seguro la encontraría de formas, o ha saber como, capaz que ya no estaba.

Hoy un ruido detrás de mi y me giré.

- Bienvenido, señor Kaulitz. – Era el Mayordomo. Walter.
- Ahórrate lo de señor. – Le sonreí. – Te echaba de menos Walter, ¿Cómo has estado? – Pregunte.
- Pues, en estos años ha habido mucho trabajo en esta casa. Se han cambiado los jardines, el decorado y la pintura de la casa. Y el problema cada vez crece más. – “¿El problema?” pensé.
- ¿Qué problema?
- No nada, señor. Olvídelo. Yo se de que hablo que soy el que prácticamente cuida la casa, y sus habitantes. – Eso último me pareció extraño. Había acabado de salir del internado. Esperaba que ahora mi casa no fuera un sitio paranormal.

Entonces, me pareció oír el sonido de un látigo y alguien gritando.

- ¿Has oído eso? – Dije sobresaltado.
- Oír… ¿de que habla señor? – Acaso, me estaba empezando a volver loco.
- Se oyó, un latigazo y alguien grito. Estoy seguro.
- No señor. Yo no oí nada. – Decía Walter muy tranquilo. – Eso son simples alucinaciones. Lo que pasa cuando sales de un internado y respiras otro aire, señor.
- Bueno si. Quizás tengas razón. Y ya te lo dije, no me llames señor, que no me gusta, trátame de Tom.
- Está bien, Tom. ¿Le ayudo con las maletas?
- Si por favor.

Abrí el maletero de mi Audi. Tenía dentro alrededor de quince maletas, bueno, todas mal colocadas y muchas en los asientos de atrás, incluso dos iban en el asiento del copiloto. Habían sido muchos años, e iba creciendo, tuve que comprar mucha ropa.

El mayordomo abría la puerta de la mansión. Y entre.

Lo primero que vi, fue las grandes escaleras en medio para subir a la planta alta. La enorme lámpara de cristal si seguía en el techo. Luego de hay partían las puertas y los pasillos para las habitaciones, sin mencionar la inmobiliaria que había; sofás, cuadros, candelabros, una estatua, ventanales, etc.

Oí unos ruidos de tacón, viniendo hacia mí. Y allí estaba mi madre, Melinda Trümper.

- Tom hijo. – Me abrazó. – Te he echado tanto de menos.
- Y yo a ti, mamá.
- Tenemos que hablar de cómo han ido estos años en el internado de Londres. Seguro que has conocido buenos amigos, y capaz que te has echado alguna novia.
- Si, he conocido a unos amigos, y respecto a las novias, solo rollos de noche nada más. – Mi madre me miro con cara de asombro. Pero yo solo le dije la verdad. - ¿No querrás tener nietos ya?
- Bueno Tom, ya sabes, tu padre quiere herederos y… - La interrumpí.
- Acabo de llegar de un cansado viaje, por favor. No empecemos con esas. Por cierto, ¿dónde esta él?
- Pues no lo se. ¡Walter! – Llamó mi mamá al mayordomo.
- ¿Me llamó señora?
- Si, busca a mi marido, Tom quiere ver a su padre. – Mentira. Solo fue por simple curiosidad, seguro que se le había puesto más cara de duro que la que tenía antes.

Tenía una cara desconfiable. Pero para mí era el mejor padre de todos. Ya que si me había mandado a ese internado era pro mi bien.

Vi al mayordomo subir, al segundo piso. Aunque según recordaba, el despacho de mi padre estaba en el primer piso. Pero como esto había cambiado tanto…

- Tom. – Dijo mi padre. – Ciento a verte echo esperar, pero estaba tratando unos asuntos del trabajo. Discúlpame.
- No pasa nada, papá.

Estuvimos un rato en silencio. La verdad, el no era de mucho hablar.

- Me gustaría, recostarme un momento, estoy cansado. Walter, ¿me puedes llevas a la que es mi habitación? Por favor. – Walter asistió.
- Por supuesto Tom.

Subió las escalares y yo detrás. Comenzamos ha caminar por un pasillo en el que habían cerca de ocho habitaciones, la mía era la antepenúltima, del lado derecho. Y al final de todo, había una puerta en medio del pasillo. Las habitaciones estaban ha ambos lados.

El mayordomo me señalo la puerta, y se fue. Entré.

Todo había cambiado. La última ves que estuve en mi habitación, la cama era individual, y solo había juguetes pro todas partes. Ahora todo había cambiado, la cama estaba al otro lado, había una alfombra que cubría el sueño, con una mesa, en cada costado de la cama una mesa de noche, estaba junto a la ventana.

La cama era roja, con al cabecera de madera, y los demás muebles de colores similares. Y el techo, como siempre, de madera.

Abrí la ventana, ya que dentro del cuarto había un olor, como a viejo, cerrado, polvo. Aunque estaba limpio, pero ese olor no me gustaba, me hacia acordarme del desván, que quedaba justo sobre mi dormitorio, aunque en verdad, se cogía una gran parte de techo. Ese sitio por lo que recuerdo era de madera, y ahí se guardaban todos los muebles que no servían, al igual que en el sótano.

Mire las vistas a través de mi ventana. Las vistas eran adorables.

- Mmm, me siento cansado. – Dije echándome en mi cama boca ha arriba. Suspire fuerte.

Mire el techo., La madera parecía gastada… Y eso era algo que me daba miedo, pensar que un día se me podía caer encima. Y junto con ella un zombi o un cadáver o algo así. “Pero vayas cosas piensas Tom” pensé. Pero era la verdad, esa madera no me parecía agradable, se notaba que le habían puesto barniz, para que brillara y no pareciera vieja, pero aun así, la deberían de cambiar.

Cerré mis ojos, me centre en descasar unos instantes.

- - -

Mis parpados pesaban, los abrí realmente cansado, y me estire en mi cama. Supuse que ya sería la tarde, ya que el cielo se tornaba naranjado y un poco de azul oscuro. Y era ahora la luna quien se veía en el horizonte, saliendo a cuidar la noche. La luna llena.

Tenía toda mi ropa descolocada. Me levante y me la coloque mejor.

Tuve un presentimiento extraño. Como si alguien me estuviese mirando en ese momento, no sabría explicarlo. Era como si en algún rincón alguien estuviese mirándome, calando todos mis movimientos. Pero, lo deje pasar.

Camine hacia la ventana, ya que estaba empezando ha hacer un poco de fresco y la cerré.

No se si fue por instinto o por pura coincidencia, pero mis ojos se fueron directos al suelo, y a su vez yo me agache.

Había una pequeña gota de algún líquido rojo en el piso. Mire mis manos, mis brazos, y no tenia ningún arañazo ni algo por el estilo, y que yo supiese no era sonámbulo como para levantarme dormido y hacer trastadas. Al no estar seguro de lo que era, acerque uno de mis dedos a al gota y la toque. No me daba asco. Las acerque a mi nariz y la olí. Sangre. Ese olor solo lo podía tener la sangre. Se debía suponer que era mía. Pues en mi habitación, no había entrado nadie más.

- Esto se está poniendo raro. Primero un grito y un látigo y ahora veo una mancha de sangre. Será, que alguno de los malignos del internado, me persiguió. – Me dije, completamente sintiendo el miedo pegarse a mis huesos.

Me quede, en cuclillas mirando la mancha de sangre, mire a todos lados pero no vi nada. Era extraño. En ese momento mi padre abrió la puerta.

- Tom es la hora de cenar. – Del susto que me dio, di un salto hacía atrás, cayendo de espaldas al piso. - ¿Se puede saber que haces?

Me contuve y me puse en pie.

- ¿Se puede saber que tiene esta casa? – Mi padre puso cara de confusión. – A si, hago que me asustaste. Estaba mirando el piso, apareció una gota de sangre, y yo no tengo ningún arañazo ni ninguna herida.
- ¿Una gota de sangre dices? – “¿Este hombre aun no se entera o qué?” – pensé.
- Si una gota de sangre. – Miraba confuso, como pensando. – Sangre: Liquido que llevamos en el interior del cuerpo y que el corazón al bombardear, la hace recorrer por todas las venas, contiene óvulos rojos y óvulos blancos. ¿Sabes lo que es ahora papa?
- ¡TOM! – Me grito. – No soy idiota, como para no saber lo que es. – Me reí por lo bajo. – Mejor vamos ha cenar.

Yo comencé a caminar por los pasillos. Al ser ya oscuro daban miedo, y mucho. Pensaba que mi padre venía detrás de mí, aunque me pareció raro no oír pasos. Me gire, y no estaba.

Me quede plantado en medio del pasillo. Ahora el confundido, era yo.

Llegue al gran comedor, donde mi madre ya estaba sentada en su extremo de la mesa correspondiente. En el otro iba papa, y yo por el medio.

Yo era hijo único. Y ha decir la verdad, siempre me hubiese gustado tener un hermano. Estar solo hasta que me llevaron al internado no fue nada agradable. Y aparte de que me aburría, no me dejaban ver la casa no sea que me perdiera. Yo sabía que mis padres no querían que yo me perdiera, pero eran un poco idiotas la verdad. Yo no era mal chico de pequeño, no iba ha hacer ninguna ruindad, o quien sabe.

- ¿Y tu padre? – Me pregunto mamá.
- Me fue ha buscar a la habitación, que por cierto, apareció una gota de sangre de no se donde. Yo no tengo ni un rasguño, y aparece eso. Esta casa ya esta como el internado a donde me llevaron, sin dejarme disfrutar de esos años que perdí de mi vida como me hubiera gustado.
- Tom. Era necesario.
- No, no lo era. Yo hubiera podido ir a un colegio normal, en vez de a esa porquería de internado. Y tú y papá lo sabéis.

Mi madre iba ha hablar, pero en ese momento entro mi padre.

- Walter, por favor. La cena.
- Si, señor.

De cenar hubo, carne ahumada, con puré de papas y guisantes, con salsa de champiñones. Nada comparado a la mierda de comida del internado.

En el internado era siempre lo mismo, puré de verduras, y filete de pescado. Y de postre un flan.

Yo la verdad no sabía de donde había sacado el cuerpo tan bien formado que tengo. Y no es por presumir, pero bien guapo que soy y pedazo de cuerpo que tengo.

- Hablábamos de la estancia de Tom en el internado. – Interrumpió mi padre.
- A sí. Y dime Tom. ¿Alguna novia?
- Solo rollos de una noche. – Mi padre se atraganto.
- Te lo estoy preguntando, enserio.
- Y yo te estoy respondiendo enserio. – Comenzaba a molestarme la cena. La comida si estaba deliciosa, pero la conversación demasiado podrida.
- No me hables así.
- Y ¿cómo mierda quieres que te responda? – Dije con toda la comida en la boca.
- Tom, no seas tan irrespetuoso y si no te importa, traga antes de hablar.

No dije nada, seguí comiendo como si allí solo estuviera yo. Y eso de “Traga antes de hablar” me molesto, yo no era ningún crio para que me estuvieran enseñando como comportarme en la mesa. Además, si no se, o lo hago irrespetuosamente, sería porque nunca tuve padres que me enseñaran, ya que con mandarme aun maldito internado tenían. Gentuza.

- Yo creo que Tom, debería buscarse una esposa. – Mi madre sonrió.
- Hey… Te me relajas. Que para mierda bastante tuve con casi ocho años en un internado. No pienso de casarme hasta los cincuenta, y ni se si me casare.
- Tom… retírate a tu habitación. – Me levante y cogí el baso y el plato. Me iba ha comer a mi dormitorio.

Iba ha salir de la sala de comer, pero antes me vire hacia donde ellos estaban.

- No piensen encasquetarme una mujer, que estoy muy joven para matrimonios. Y si hablo con la boca llena o no, es mi problema. No me tienen que educar a esta edad. Y si se molestan, al fin y al cabo la culpa es vuestra, que en vez de educarme como una persona me encerraron en un internado como un animal.

- - -

Cuando llegue a mi habitación, di un fuerte portazo al cerrar la puerta.

Me senté en mi cama, y acabe de comer.

Y de nuevo esa sensación incomoda, de que alguien me estaba vigilando. Sin moverme de mi sitio, empecé a mirar para todos lados. Me levante sigilosamente de mi cama, dejando la vajilla a un lado. Y comencé a caminar por toda mi habitación, mirando todos los rincones, uno por uno. Pero nada. Y ese presentimiento seguía en pie.

- “Me estoy poniendo trastornado de remate. Se supone que…ni siquiera se que se supone. Soy idiota” me dije a mi mismo.

Estaba plantado como una hoja de césped en medio de mi habitación. Pensando ni siquiera se en que estaba pensando. Solo quería que todo dejara de ser extraño. Acababa de llegar del internado, y lo primero que me encuentro en mi habitación es una gota de sangre. Y no estaba dispuesto a pasar por lo mismo. Quería dormir en paz. Y eso que aun seguía en medio de mi habitación.

Alguien toco mi puerta.

- Adelante.
- Vengo a recoger la cena señor. – “De nuevo con Señor” pensé.
- Esta sobre la cama. – La tomo, y se disponía a salir de mi habitación.
- Walter. – Llamé.
- ¿Si, señor? – Me tensé un poco.
- ¿A pasado, algo en esta casa que yo deba de saber? – Su cara cambio ha sorprendido.
- No señor. Absolutamente nada.
- Vera, es que, noto que alguien me vigila. – El miro a todos lados. – Y a pareció sangre, al lado de la ventana. ¿Seguro que no ha pasado nada?, esto me preocupa.
- Tranquilo señor. Lo de la sangre quizás fue algún pájaro, que se poso en su ventana y estaba herido, y por lo de que le vigilan, no se preocupe. Lo mas seguro es que le es extraño estar de nuevo en la casa, y no en su colegio. – Asentí.
- Quizás tengas razón. Bueno, me acostare.
- Esta bien señor. Pase buenas noches Se… - Puse una mano como “parándolo” – Tom. – Corrigió. Yo asentí.
- Usted también. Y salió de mi habitación.

Después de estar, más de cinco minutos sacándome la ropa y vigilando a mí alrededor. Me di cuenta que tenia que cambiarme los boxers, me incomodaba un poco dormir con ellos. Aun esa presencia seguía intacta, y mire a los lados, solo tenia una solución. El armario.
Me metí dentro y incómodamente me quite los boxers. Dándome con la tabla de la derecha mas de cinco veces. Encima me quedaba un poco bajo de tamaño. Me puse el short del pijama como pude y salí.

Me metí debajo de mis mandas y cerré los ojos. Intentado conciliar el sueño, pronto un ruido me saco de mi intento de sueño… ¡¿Qué había sido eso?!

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